Crítica Adam Resucitado

Esta película del director americano Paul Schrader (2008) presenta el lado más frío e incómodo de la Alemania nazi, en el que un artista es separado de su familia durante uno de sus espectáculos.


Adam reside en un manicomio olvidado en medio de un desierto israelí, tras cometer actos violentos contra su casera. Será allí, donde a través de sus recuerdos, nos vaya mostrando la cruda realidad de los campos de concentración, además de las secuelas que ello provocó en todos sus compañeros residentes.

Si algo debe destacarse de esta película, es la forma de presentar la crueldad humana al más alto nivel que padecieron los judíos bajo la represión nazi. A diferencia de otras películas que comparten esta temática, por ejemplo La Vida es Bella (Roberto Benigni, 1997) o La Lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) el espectador observará un camino de autodestrucción no sólo del espíritu sino de la propia moral del protagonista, algo que le será reprochado por los suyos en el futuro.

A esto se le añadirá la fuerte personalidad de Adam, un hombre capaz de captar al tocar la ropa de otros su pasado. Un hombre que seduce con su ingenio a cualquier mujer llegando a someterlas a su antojo, hasta llegar al punto de tratarlas como canes.

Paul Schrader ha jugado con la personalidad excéntrica del protagonista, Adam, para recrear el sufrimiento del mismo; situándolo en escenas humillantes y tan desoladoras como ser obligado a tocar un violín mientas que su familia se dirige hacia una incineradora bajo la atenta mirada de los nazis y del resto de judíos que comparten el mismo destino que su mujer. 


Por otro lado, Adam intentará que un niño ingresado en el manicomio se haga más humano pero su pasado le pondrá trabas a este propósito.

En el reparto Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Vasile Albinet, Idan Alterman, Moritz Bleibtreu, Jenya Dodina, Veronica Ferres, Derek Jacobi, Dror Keren, Juliane Köhler y Ayelet Zurer serán quienes nos muestren este lado tan singular de este film.

Jeff Goldblum, en el papel protagonista, puede sobreactuar en alguna que otra ocasión; no obstante, consigue combinar las facetas de Adam en todo tipo de situaciones. Por su parte, veremos a Willem Dafoe muy cómodo en su papel “fetiche” que, a pesar de ser inhumano, consigue hacernos disfrutar de su trabajo.

Finalmente, las fotografías están metódicamente enfocadas para conseguir más oscuridad en lo que se acontece en la escena, asimismo, habrá luz en las más tiernas y humildes.


Debido a la deshumanización que se aprecia a lo largo de la película de los personajes en los que se envuelve la historia, ésta no es quizá ganadora de popularidad. Tal vez, sea el miedo a ver las sombras de la razón humana las que promuevan su rechazo y desprecio.

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